7.10.10

Domingo por la tarde, un cuento de terror

A veces las cosas pasan. Nadie las planea, a nadie le interesa que sucedan, nada cambia por el hecho de que hayan sucedido. A veces las cosas pasan.

Pocas cosas son tan incómodas como tener que interrumpir un fin de semana para ir a la oficina. No importa si el sacrificio te vale un beso apasionado de tu mujer o un sobresueldo mensual importante, de igual manera tienes que terminarte la cerveza y salir de la reunión para ir a resolver el problema. Tu fin de semana se termina antes de tiempo y no hay nada que cambie ese hecho.

Te subes al auto y sientes como si la marea te estuviera empujando hacia el asiento del copiloto e inmediatamente después te trae de regreso y te pretende embarrar contra la ventana. Abres la ventana para respirar. Como si el aire te fuera a bajar la peda. Lo que si sabes, y por tanto sonries para tu interior, es que los policías seguro están mas jarras que tu. Y los pocos que andan de servicio probablemente andan buscando chemo en algún lugar para bajarse el trago antes de que aparezca el comandante, nadie te va a detener de camino a la oficina. Quién sabe, en una de esas le hablan al comandante porque a alguíen se le pasó la mano con el perico y todo el show termina en balacera, al menos asi no serías tu al único al que le jodieron el fin de semana.

Tu celular está sonando de nuevo y entre el cinturón de seguridad, tu torpeza y el peatón que se te acaba de atravesar el buzón de voz hace de las suyas. Durante un instante, justo después de ubicar el número de teléfono como el de la oficina te acuerdas de tu mensaje de voz y recreas la escena en tu mente. Hola, desafortunadamente no te puedo atender en este momento (atender, asi como mesero que se pasa de largo de tu mesa el dia de tu primer cita y te hace parecer un pelele frente a la chica que tardaste dos meses en convencer que saliera contigo) pero si eres tan amable (¿amable?, ¿asi como digno de ser amado?, chale) de dejar tu número yo me comunicaré contigo a la brevedad posible. La brevedad posible debería ser el Lunes a las nueve, pero ¡ah no! ahora te jodes y tienes que ir a la oficina el domingo a las cuatro de la tarde.

Después de un rato de manejar como zombie, o mas bien como caballo que regresa al establo automáticamente sientes que te vibra la entrepierna. La pantalla te avisa que hay un nuevo mensaje de voz.

Apoyando el aparato en el volante consigues marcar *99 y tras apetar send te pones el teléfono en la oreja. Tienes un nuevo mensaje de voz, mensaje grabado el domingo 25 de abril a las dieciseis con veintisiete minutos, la artificial voz te recuerda que tu fin de semana ya se jodió y que no va a haber manera de regresar antes de que el mousse de chocolate se haya terminado. Pero justo mientras estas pensando en el mousse un grito en el auricular te trae de regreso a la realidad: "Ricardo, puta madre Ricardo, tienes que detenerlo, no dejes que salga del edificio, te juro que no se que pasó, yo solo me quería venir a tirar a la secretaria nueva que contratamos la semana pasada. Ricardooooooooo -----------" No hay mas mensajes, para escuchar de nuevo presione 3, para eliminar presione 5, para grabar un nuevo mensaje de bienvenida presione 8, para escuchar este menú nuevamente presione 0. Después de presionar 3 vuelves a escuchar el mensaje y por momentos dudas si el maldito de Jorge no se está cobrando alguna mala pasada que siente que le debes. Le das una repasada al último año pero no puedes ubicar nada.

La primera llamada de Jorge no sonaba ni siquiera parecida a esta. Que si los planos de la presentación del Lunes se habían dañado, que si el archivo en la computadora parecía dañado, que si la copia de seguridad se encontraba en la boveda de la compañia, que estaba super apenado por llamar en Domingo, que sabía que no tenía nada que hacer en la oficina a esas horas, mucho menos meterse con los planos de la presentación del Lunes, pero que justo se le había ocurrido una manera de mejorar la eficiencia de la cafetería del nuevo centro comercial y sentía que el nuevo diseño le aseguraría al despacho al menos dos años mas de contratos.

Pero ahora resultaba que nada de eso era cierto y que lo único es que algo se había salido de control a la hora de intentar seducir a la secretaria. Ya vas a mas de la mitad del camino y sabes perfecto que el mousse ya se terminó, asi que entre regresar a la reunión e ir a ver que coño sucede en la oficina, la oficina. Si al final algo le había pasado a los planos y en verdad se encontraban dañados no iba a haber manera de concretar la firma el Lunes por la mañana como estaba planeado y siendo el responsable del proyecto no te puedes dar el lujo de ignorar la situación por irrelevante que fuera.

Ojalá todos los dias fueran Domingo en cuanto a estacionar el auto se refiere, ni la seño de las quesadillas, ni los franeleros, ni los parquimetros están funcionando. Aún asi no te puedes estacionar justo frente a la entrada, el Mercedes de Jorge ya está ahi. Al menos sabes que el imbécil si está aqui y no anda jugandote bromas a distancia.

La puerta del edificio solo requiere una vuelta de la llave para abrirse, claramente Jorge anda por aqui. Las luces del pasillo que lleva al elevador están apagadas, ninguna de las oficinas funciona en Domingo y el portero se regresa a su pueblo a ver a la esposa y a la amante desde la tarde del sabado. No sabes donde está el switch pero ubicas el camino. Cierras los ojos como para intentar concentrarte en visualizar en el ojo de la mente el lobby y caminas hacia el elevador. Un paso, otro paso, poco a poco te abres camino en la obscuridad y por momentos volteas a ver la entrada donde la puerta se cerro detrás de ti. La poca luz que entra por los cristales obscuros apenas te dejan ver la silueta del escritorio del portero, la madera de la base se ve un poco mas rallada que de costumbre, pero tampoco es como que te fijes diario en el escritorio del portero. Volteas y tu zapato pisa un charco. No alcanzas a ver de que va el charco, sigues caminando y casi antes de llegar al elevador escuchas caer una gota que reverbera estruendosamente en el charco. Aprietas el botón del elevador y piensas en maldita tu suerte que además de todo vas a tener que hablarle al plomero para que arregle una gotera de urgencia antes de las doce del dia de mañana.

Se abren las puertas del elevador y la intensidad de la luz hace que tus pupílas se contraigan de golpe. Das un paso adelante presionas el botón del quinto piso y te das media vuelta para ver como se cierran las puertas. Si la luz del elevador no te hubiera deslumbrado tanto quizá hubieras visto que la gotera no indicaba ninguna fuga de agua. Simplemente se trataba de la cabeza de Jorge que goteaba lo poco de sangre que aún le quedaba a través de la yugular, que, al igual que la traquea, un pedazo del esófago, el esternocleidomastoideo y otros músculos del cuello ahora estaban anormalmente en contacto directo con el aire, a diferencia de lo que sucede en los organismos que no han sido decapitados.

Chale, se me hace que ya se me bajó el nivel, tan a gusto que estaba caray y todo porque el inútil de Jorge se quería tirar a la secretaria. Ni siquiera está tan sabrosa, carajo. Eso si, tiene una carita de que se la traga toda que no puede con ella. Si las miradas embarazaran y los hombres pudieran procrear dentro de nueve meses está oficina hubiera podido repoblar al menos una hacienda pequeña del estado de México. Bueno, pues a ver que pasó, seguro se pusieron a ponerle en el restirador y ahora los planos van a estar todos corridos.

Mientras tu monólogo interno se desarrolla el elevador se abre en el cuarto piso. Aprietas el botón del quinto piso como si quisieras romperlo para ver si te termina de llevar de una puta vez al quinto piso. Click, click, click, click, click, clik, click, click, click, finalmente se cierran las puertas. Por andar de obseso con el puto botón no notas el pedazo de carne embarrado en la reproducción del Guarnica que cuelga en el salón de espera del consultorio del Dr. Salgado. Tampoco hubieras sabido que el pedazo de carne le pertenecía en efecto al Dr. Salgado, pero eso hubiera sido como pedirle peras al olmo. El elevador sigue su camino al quinto piso mientras el Dr. Salgado termina de reagruparse, claro que sin conciencia ni vida ni movimiento en el piso del consultorio conforme los pedazos van cayendo lentamente después de andar de resbalosos por el techo y las paredes del mismo.

¡Pling! Se abren las puertas del elevador y la puerta del despacho te recibe hecha añicos. La manija de metal recostada sobre una montañita de cristales rotos. En el resto de la antesala no se observa mayor daño. Maldito Jorge, ahora si se le pasó la mano. Una cosa es venir a cogerse a la secretaria en Domingo y otra es terminar por romper la puerta de vidrio a la mitad de la pasión. Por otra parte se le ve clarisimo a esa vieja que el misionero no es necesariamente lo suyo. No puedes no dejar escapar una sonrisa complice al imaginarte la escena. Gritos de placer y el golpeteo constante sobre el vidrio. Nada mas lejos de la realidad, eso si, en lo de los gritos si le atinaste.

Abres la puerta de la oficina y no tardas ni dos segundos en volver el estómago. Vómito en proyectil.

Efectivamente los planos están por completo arruinados sobre el restirador, pero no proque estén corridos, sino porque están embarrados de sangre y mierda. Manchas café y rojas se alternan con las lineas negras que delimitan los espacios del próximo centro comercial de Toluca. El aroma de la habitación es insoportable, la segunda arcada termina por vaciarte el estómago y aclararte la mente. ¿Que demonios pasó aqui?. Tu primer instinto es correr hacia el teléfono y llamar a la policía. Si, no importa que estén pedos, mariguanos, pasados, flameados, tronados o prendidos, los necesitas aqui con sus pistolas a la de ya. Mientras el teléfono llama en tu oreja izquierda tu oreja derecha percibe el ruido de unos papeles al ser pisados. Das la vuetla y no vez nada. "Buenas tardes policía del Distrito Federal en que podemos ayudarlo". -Estoy seguro que acaba de haber una asesinato aqui, necesito que mande unas patrullas por favor señorita. "¿Y donde se encuentra usted en este momento?" -En la oficina, por favor apurese. "¿En que oficina si no es mucha molestia?" Claro pero que guey eres. -La dirección es Av. del Refugio 45, quinto piso. Apurese por favor. "¿Corre usted algún peligro en este momento?" -No lo sé, no lo creo. "Me reportan que es la segunda llamada que recibimos de esa dirección, las patrullas ya se enviaron y no deben tardar mas de cinco minutos, por favor intente salir del inmueble sin hacer ruido, si aún hay alguien en el lugar no necesitamos una víctima mas, por favor salga del edificio y espere a la patrulla en la calle". Cuelgas el teléfono y de golpe vuelves a inspirar el olor del cuarto, el olor de las entrañas, como en el lado incorrecto de la carnicería. Una arcada mas pero en esta ocasión ya no hay nada que salga de tu estómago, solo el ácido en la boca.

Mientras caminas de regreso a la puerta pisas una mano. No tiene las uñas pintadas y si tiene los dedos gordos. La mano de Jorge. Mordida a la altura de la muñeca. Ya no estás caminando, ya no estás ni tantito jarrra. Pisas el montón de vidrios de la puerta y la combinación de la suela de tu zapato, el contenido de los intestinos de Jorge y la superficie lisa de la que era la puerta de tu despacho te hacen resbalar. No caes al suelo porque metiste las manos, pero nada es tan delicado para recordarte que caiste de manos como clavarte un buen pedazo de vidrio en el antebrazo. Tus ojos te avisan del accidente solo un segundo antes de que tu cerebro se entere por si solo en un grito de dolor. Se te doblan las rodillas y con la mano que te sobra te arrancas el pedazo de vidrio que es seguido de un chorro de sangre obscura y caliente. Te aprietas el brazo como puedes, lo mas importante para detener un sangrado es hacer presión sobre la herida. Quién te manda andar corriendo a lo guey en un lugar lleno de sangre y vidrios rotos. Tampoco es como que la mano de Jorge se fuera a levantar para perseguirte. Te reincorporas lentamente y recuperas el aliento. Solo tengo que llegar hasta la calle y ya. No hay nada mas que hacer y seguro que no hay nada aqui que me pueda hacer daño.

La puerta del elevador se está abriendo y cerrando como si algo estuviera obstruyendo el cierre de las puertas. En efecto, La pierna del Dr. Salgado. Ni siquiera tienes tiempo de preguntarte como demonios llegó ahi una pierna, menos tiempo aún tienes de intentar identificarla, una mano, una pierna, no no, algo no está bien aqui.

Abres la puerta de las escaleras de golpe y tu corazón se ilumina al ver que se encuentran perfectamente iluminadas, no mas partes de cadaver que me ataquen por sorpresa piensas mientras avanzas lo mas rápido posible. Sigues apretando fuertemente tu brazo y sientes como tu corazón está pulsando rápido, como si el quisiera ganarte la carrera hacia la calle.

Vas en el segundo piso cuando empiezas a escuchar las sirenas de la policía a la distancia. No lo puedes creer, se van a tardar cinco minutos, ojalá también vengan con una ambulancia, no para Jorge claro está, para mi. Te das un poco de asco por pensar algo asi en un momento como este, pero que le vas a hacer. Seguramente lo que pasó es que alguien vió entrar a la oficina a Jorge con la secretaria y se les hizo fácil meterse detrás y obligarlos a abrir la caja fuerte, seguro los encontraron poniendole en el restirador. ¿Donde habrá quedado la secretaria? No, no te vas a regresar a averiguar nada, asi sucede siempre, regresas a jugar al héroe y te carga el payaso. Sal del edificio y deja que los policías se entiendan con el desmadrito ya bastante vas a tener con explicarle todo a todo el mundo mañana por la mañana y las declaraciones y pagar la limpieza de la oficina y desinfectar todo, remover el olor de los intestinos de Jorge. Nunca vamos a poder regresar a trabajar aqui. Maldita violencia innecesaria.

Abres la puerta del primer piso y sientes como te arden los pulmones, ya casi, solo hay que darle la vuelta al pasillo y seguro que las patrullas ya están afuera esperando, solo tienes que seguir corriendo un poco mas. No, no corras, no sabes si los policías puedan estar nerviosos y te vayan a ver salir corriendo del edificio y ahi se te termina la historia. Detente, recuperate y camina. Las sirenas ya no se mueven, las patrullas claramente están fuera del edificio ya, el elevador sigue intentando cerrarse sobre la pierna del Dr. Salgado en el quinto piso y a lo lejos sigues ecuchando el presistente clinck, clinck, clink. Pero ya no importa. Das la vuelta al pasillo y a través de los vidrios puedes ver una mujer toda cubierta de sangre en los brazos de un patrullero que la conduce hacia la ambulancia. Dos patrulleros mas se encuentran con las armas desenfundadas y apuntan hacia la puerta mientras caminan hacia ella con mucha cautela.

Te acercas a la puerta y la abres con cautela, no disparen gritas, no disparen mientras levantas los brazos lo mas que puedes sin dejar de apretar para evitar el sangrado.

"Él es, él es el maldito hijo de puta que despedazó a Jorge, ¡ÉL!, que esperan que no disparan, es él" los gritos de la secretaria ensangrentada llenan el ambiente. Son tan poderosos que jurarías que te penetran el cuerpo, pero no, lo que te penetra el cuerpo son las balas del revolver del policía al que la mota ha puesto tan paranóico que es completamente incapaz de darse cuenta que el verdadero monstruo es la mujer a la que estaba acompañando hacia la ambulancia. Acompañandola para que se pudiera limpiar toda esa sangre. Quitarse por fin de encima a Jorge y al Dr. Salgado.

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